domingo, 7 de diciembre de 2008

La canción del Capitán Vidal

En la película "El Laberinto del Fauno" el Capitán Vidal siempre escucha la misma canción al afeitarse. En la película no llega a escucharse la letra (el tono humorístico de la canción hubiera destrozado el dramatismo de la escena), pero la música que suena al comenzar la canción es inconfundible. Se trata de "Soy un pobre presidiario", escrita por Daniel Montorio para el cantante Angelillo, e interpretada por este último en la película "La hija de Juan Simón" en la versión de 1935, y por Antonio Molina (no confundir con Miguel de Molina) en la versión de 1957.

Se trata de una curiosa elección musical para un fascista como Vidal, especialmente si se tiene en cuenta que Angelillo marchó al exilio a Argentina en 1937. Las razones del exilio del cantante no están claras, pero se supone que su relación con la presuntamente izquierdista productora Filmófono (competidora de Cifesa, que mas tarde formaría parte el aparato propagandístico de la ideología franquista) tuvieron algo que ver.

Angelillo había trabajado en dos de las películas de Filmófono. Una de ellas es la ya
mencionada "La hija de Juan Simón" (1935), junto a Carmen Amaya (quien también abandonó España durante la Guerra Civil) y bajo las órdenes de Luis Buñuel (que también abandonó España, aunque en su caso no hay ninguna duda sobre sus relaciones con el aparato propagandista del gobierno republicano).



La otra película, también de 1935, es "¡Centinela, Alerta!", junto a Ana María Muñoz Custodio (también abandonó España durante la Guerra Civil), y también bajo las órdenes de Luis Buñuel.
Parece ser que Buñuel no quería aparecer en los títulos de crédito de estas producciónes, al considerarlas de baja calidad. Dicen las malas lenguas que se trataba de productos meramente comerciales a la vez que propagandísticos, creados para buscar un acercamiento entre la cultura popular española y el ideario del gobierno republicano

Si Filmófono había trabajado para la propaganda de la república, Cifesa lo hizo para el Franquismo, y en 1957 lanzó a los cines su versión (convenientemente actualizada según el régimen político del momento) de "La hija de Juan Simón".

En esta nueva versión Angelillo era sustituido por Antonio Molina.




La canción, que nunca fue muy seria (admitámoslo) fue remozada años mas tarde por Rafael de León y terminó siendo interpretada por Manolo Escobar en la comedia "Cuando los niños vienen de Marsella". Puro divertimento para la época.

¡Que no cunda el pánico! No he encontrado la grabación de esta versión, solo la letra:


Mira que es desgracia
que me vea yo aquí
por tener tan tierno
el garlochí.
Quise ser tan grande
como Napoléon
pero no he pasao
de gorrión.
Quise dar un salto
y a la luna subir,
y gritar: "Aquí estoy yo,
se acabó,
esto es pa mí.
Pero he pinchao en hueso,
maldita sea el queso,
y aquí me encuentro preso
por ser un gilí.

Estribillo:
Soy un pobre presidiario,
soy un triste pajarillo
que soñaba con volar.
Soy un hombre fracasao
y mi sueño se ha quedao
convertío en na de na.
Ahora veo que es fetén
lo que dijo Calderón.
Este mundo es muy pequeño,
en la vida todo es sueño,
y los sueños sueños son.

Estribillo.

Dentro de la trena
yo no sé lo que hacer.
Tengo la cabeza del revés.
Sobre mi petate
me recuesto a pensar
y termino loco de cavilar.
Yo soy el culpable
de esta esaborición
que te separó de mí
y que fue
mi perdición.
Recuerdo con ternura
tu amor y tu hermosura
que alumbran la negrura
de mi corazón.

Estribillo.

Si esto se ha perdío,
no ha pasao na.
Si esta no ha salío,
otra vez saldrá.
Yo estoy convencío
que saldré, y otra vez
vuelta a empezar.


En 1990 nos encontramos una nueva versión ejecutada (mas bien fusilada) por José Coronado (el señor de los yogures que son buenos para... ya saben) en la película "Yo soy esa". Afortunadamente el resto de las canciones son interpretadas bastante dignamente por Isabel Pantoja. Película solo apta para los fans de la tonadillera.

Sinceramente: podrían haber suprimido la escena en la que canta José Coronado. Es como una de esas imágenes que desearías olvidar y que no se te van de la cabeza.


Y, como cada época ha tenido su versión, este post estaría incompleto sin hacer referencia a la magnífica parodia realizada por Cruz y Raya:




martes, 2 de diciembre de 2008

Encrucijadas

Como en cada ocasión en la que realizamos una sesión de cine fórum, un murciélago muy peculiar nos deja su opinión en el tablón del Nocturno. Nuestro anónimo murciélago suele sintetizar magistralmente las ideas más sugerentes que nacen del debate que hay tras la película; pero, sobre todo, nos invita a seguir meditando tras la película, tras el debate, sobre aquello que hemos visto, pensado, escuchado, compartido...

El escrito del anónimo murciélago es, además, valioso por sus opiniones sobre la enseñanza. A mí no se me ocurre mejor manera de inaugurar este blog que publicarlo:

ENCRUCIJADAS


Sobre las sesiones del Cine Fórum no es infrecuente que se pose un interrogante acerca de su utilidad. Hay quien piensa que acudir allí es sencillamente perder el tiempo. Las urgencias de nuestra cotidiana rutina imponen ese parecer. A fin de cuentas, ¿a qué va uno a un instituto, si no a obtener un título, que es lo que importa? Dicho de otro modo, ¿en qué puede contribuir el Cine Fórum a la adquisición del grado académico? Si todavía se pagara la participación con la moneda de la calificación numérica...

Los que allí acudimos sabemos que el Cine Fórum no es una actividad propiamente académica. Carece de la presión del examen y el rendimiento de cuentas. No hay necesidad de gendarme ni tentación de burlar vigilancias. Los asistentes se reúnen con la única intención de pensar juntos, de descubrir lo que los otros descubren, de ayudarse a mirar. Y para eso es imprescindible que nadie se sienta obligado a estar.
Nuestro Cine Fórum es una propuesta contra la rutina, y eso es algo que debemos poner al alcance de cualquiera: quien quiera que lo tome.

Ayer tarde nos dejamos llevar a y por El laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro, película que, bajo apariencia de inocente cuento de hadas, encierra una exposición durísima de la realidad. Pudimos comprobar que es posible hacer muchas lecturas de una misma cosa. Y también que quedarse en el nivel de me gusta / no me gusta es contentarse con muy poco. Coincidimos en que Guillermo del Toro emplea dos lenguajes distintos: el descarnado del naturalismo (hubo quien consideró innecesaria tanta explicitud de brutatidad) y el fabuloso de lo fantástico (en general agradable a la vista y el oído por su eficacia estética). Así pues, lo primero que se pregunta el espectador es si se nos cuentan dos historias diferentes, y hasta cierto punto independientes, o es la misma narrada en términos opuestos y extremos. Y ardua es la labor de averiguarlo.

Hemos asistido a una guerra entre la fantasía y la realidad, la infancia y la adultez, los perdedores y los vencedores, los inocentes y los culpables, la libertad y la opresión.

Hemos visto cómo afrontan la misma adversidad distintos caracteres y hemos presenciado en qué medida el miedo a unos los hace valientes y a otros cobardes.

Hemos tenido la impresión de que detrás de los actos humanos hay siempre una historia profunda, y que esa historia está a menudo enterrada y olvidada, pero presente en ausencia.

Nos pusimos a jugar al juego de las interpretaciones. Como si ante nosotros tuviéramos un libro de hojas en blanco sobre el que aparecen por arte de magia múltiples opciones de lectura. Ofelia (ese nombre exótico y trágico) es la niña que será siempre niña porque la muerte real impedirá que crezca en el mundo de los hombres, impedirá que conozca el dolor y el sufrimiento. Ofelia será siempre inocente, sobre todo porque nunca consentirá que se derrame la sangre de ningún inocente a cambio de obtener los beneficios de su prosperidad personal. Ofelia será inmortal en la fantasía, junto con las demás criaturas del reino subterráneo que no conocen la vejez y el dolor.

Pero Ofelia no es sólo la niña que no será mujer, sino también la feminidad haciendo frente a la masculinidad. Y es acaso la idea de la libertad contra la tiranía del Poder. Porque la historia nos habla de una España que hubo. Una España rota y dominada por la fatiga, el dolor y el miedo. Una España que se echa al monte, que penetra en sus entrañas. Una España de alguaciles y violencia. Una España oscura. Cuando, tras casi dos horas de cinta, sentimos toda la amargura del desenlace, una última escena nos deja un poso de luz: una flor blanca floreciendo en un tronco seco. Para quien sepa a dónde mirar.