PULP FICTION
05/11/2009
LA PELÍCULA
Humor sobre violencia y crimen. En la sala se oían las risas por encima de los aspavientos de horror. ¿Podemos reírnos cuando un disparo levanta la tapa de los sesos a un muchacho? Sí, podemos. ¿Debemos reírnos cuando dos sicarios cosen a balazos a un muchacho? Sí, debemos. Porque lo hacemos en el contexto idóneo para ello: la ficción. Pulp Fiction es una historia plagada de bárbaras hipérboles, de enormes distorsiones, como los chistes, como gran parte de los cómics. Pero es, antes que nada, ficción. La comicidad resulta generalmente de lo inesperado y lo chocante. Sin ir más lejos: dos asesinos a sueldo que filosofan resultan de lo más gracioso. Porque el asesinato a sangre fría parece lo más alejado de la reflexión y la moral.
Se cruzan tres historias en Pulp Fiction. La de Jules, con la que se inicia y termina la película, la de Vincent y la de Butch. Todas tienen en común elementos de contenido y forma. Las tres transcurren en un mismo marco temporal (desde la mañana del primer día a la mañana del tercero). En las tres, los protagonistas pertenecen al mundo del crimen “organizado”. Y Marsellus Wallace, el gran capo, como un dios protector del mal, sirve de nexo a las tres. En todas hay un pulso ciego con la casualidad y la fatalidad.
LIBERACIÓN
En la primera historia contemplamos la redención de Jules, el implacable asesino que ve la luz cuando de forma inexplicable queda a salvo de una muerte segura. Convencido de que ha salido ileso de una ráfaga de disparos gracias a la intervención divina, decide dar un giro a su vida y abandonar el mal camino. En adelante, dice, vagará por el mundo con lo puesto hasta encontrar el sitio que Dios disponga para él. El más crítico y reflexivo de los personajes ha dado con la clave de su libertad.
FIDELIDAD
En la segunda contemplamos el sentido de la fidelidad de Vincent. Fidelidad con fundamento en el miedo al gran jefe. Juega peligrosamente, cuando por mandato de Marsellus sale de noche con su esposa a fin de entretenerla. Vincent y Mia son los personajes más sumisos de la película. Jóvenes y atractivos, pero vendidos a la buena mala vida de que disfrutan bajo el cobijo del mafioso. Así pues, el solo indicio de una posible traición amorosa les costaría, creen, la vida. Obedecen a un mundo delictivamente confortable, pero la muerte en forma de padre protector los acecha. Por eso los narcóticos, una y otra vez. Para vivir una vida verdadera dentro de la falsa. Al final, el oficio y la fidelidad darán muerte a Vincent.
HONRA
En la tercera acompañamos a Butch, tierno y bruto, pieza de cambio del pugilato mercantil, en la venganza de su honor y dignidad. El títere que con arrojo mueve por una vez los hilos del amo. El ladrón que roba al ladrón. El hombre que muerde la rabia bajo el peso de los dólares para llegar a poseerlos. Le acompañamos en su delito contra el delincuente hasta la gran paradoja: al vengar el honor de aquel a quien habría querido matar, sella un pacto de paz.
EL COLOQUIO
Nuestro corresponsal, el murciélago, sobrevoló la sala de cine con inquietud. Quería orientación, pero chocaba una y otra vez con las paredes. Sólo a veces su vuelo fue fluido. El murciélago sabía que esa tarde noche había mucho que escuchar, porque había mucho que decir. Pero veía, con sus diminutos ojos, que en el tintero se iban quedando los análisis posibles, el deleitoso desgranar por descubrir, que es lo que el quiróptero entiende como aprendizaje de verdad. El murciélago tiene un oído tan fino que cualquier ruido desorienta su improvisado rumbo.
Los participantes en el coloquio acertamos a hablar, pero no a escuchar, y nos perdíamos saltando por las ramas, entrando en selvas que nos alejaban de la sustancia de las cosas. Nadie oía el ahogado quejido del murciélago.
Pero todos sabemos que es animal de escasa visión. Sus sentidos se orientan en lo oscuro, por eso es justo pensar que es pesimista.
Y que, en fin, el desconcierto en su caso es transitorio. Con sus alas seguirá aplaudiendo a los que ven, escuchan y descubren las verdades de los cuentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario