Día 5. Hora de levantarse: 7:30. Desayuno y salida a las 8:30. Nos dirigimos al recinto arqueológico de Olimpia (Olimbía), que está al lado, y, tras los trámites burocráticos necesarios, comenzamos la visita. La guía que llevamos comienza su explicación en el Gymnasion y después en la Palestra. Parece que le hayan puesto pilas «Duracell» porque, entre tanto, llegan las hordas de turistas ávidos de visitar rápidamente el yacimiento y volver a su barco (eran turistas de cruceros) con lo cual la visita llegó, por momentos, a ser agobiante. Entre el dolor de cabeza levantado por la clase magistral de 1º de carrera de Historia y la marabunta de gente, en fin, para qué decir más...
Por fin, tras una visita básica, pudimos descansar media hora, que aprovechamos para tumbarnos al sol en el Stadion donde se celebraban los Juegos Olímpicos antes de comenzar la visita del Museo Arqueológico. La pesadilla continuó, solo que en vez de ser en Elm Street era en Olimpia. Imaginaos lo que es aguantar a una persona que habla y habla y habla y habla desde las 8:30 hasta las 13:15 horas casi sin parar. No me extraña que algunos se fugaran..., incluyendo gente que no era parte de nuestros alumnos. Sin embargo, las obras vistas eran preciosas, ya que daban una panorámica de la escultura desde la época geométrica hasta la época romana, con especial énfasis en la época arcaica y clásica. La obra cumbre es un original encontrado allí. ¿Sabéis cuál es? ¡Adivinad!
El almuerzo se hizo en un restaurante "recomendado" aunque, visto lo visto, parece que la calidad se degrada por momentos. Satisfechas esas necesidades perentorias de llenar el estómago, nos dirigimos hacia Pátra, capital del nómos de Acaya (Ahaía), donde podemos contemplar la basílica neobizantina de Ayías Andreas. Desde allí seguimos ruta hacia Delfos (Delfí) atravesando el puente de Río/Andirrío, que conecta la región del Peloponeso con la Grecia Central, concretamente con el nómos de Etolia-Acarnania (Etolía-Akarnanía) y que constituye el punto más estrecho en el inicio del profundo golfo de Corinto, en el mar Jónico. Obviamente, vimos el lugar donde se desarrolló la batalla de Lepanto de 1571 en la que la flota turca fue diezmada por la Liga Santa y Cervantes quedó manco. Hoy, tal localidad, de nombre Náfpaktos, no deja de ser una apacible y tranquila villa a orillas del mar.
Tras dejar atrás Náfpaktos, bordeamos la costa pasando por pueblecitos pintorescos al tiempo que veíamos las cercanas montañas nevadas del Peloponeso, del otro lado del golfo de Corinto. Llegando a Itea (antiguo puerto de Delfos), atravesamos el «mar de olivos», un valle cubierto exclusivamente por unos cuatro millones de olivos sin solución de continuidad. Llegados a Delfos, somos alojados en el hotel, de alta categoría, como corresponde a gente con clase y podemos disfrutar de una deliciosa cena griega al son del piano tocado por un músico al efecto que nos amenizaba el ágape.
Ahora nos surgen dudas existenciales: ¿Volveremos a pasar la pesadilla de tener que soportar a la guía de nuevo de la misma manera que hoy? Ese misterio será desvelado mañana.
Por fin, tras una visita básica, pudimos descansar media hora, que aprovechamos para tumbarnos al sol en el Stadion donde se celebraban los Juegos Olímpicos antes de comenzar la visita del Museo Arqueológico. La pesadilla continuó, solo que en vez de ser en Elm Street era en Olimpia. Imaginaos lo que es aguantar a una persona que habla y habla y habla y habla desde las 8:30 hasta las 13:15 horas casi sin parar. No me extraña que algunos se fugaran..., incluyendo gente que no era parte de nuestros alumnos. Sin embargo, las obras vistas eran preciosas, ya que daban una panorámica de la escultura desde la época geométrica hasta la época romana, con especial énfasis en la época arcaica y clásica. La obra cumbre es un original encontrado allí. ¿Sabéis cuál es? ¡Adivinad!
El almuerzo se hizo en un restaurante "recomendado" aunque, visto lo visto, parece que la calidad se degrada por momentos. Satisfechas esas necesidades perentorias de llenar el estómago, nos dirigimos hacia Pátra, capital del nómos de Acaya (Ahaía), donde podemos contemplar la basílica neobizantina de Ayías Andreas. Desde allí seguimos ruta hacia Delfos (Delfí) atravesando el puente de Río/Andirrío, que conecta la región del Peloponeso con la Grecia Central, concretamente con el nómos de Etolia-Acarnania (Etolía-Akarnanía) y que constituye el punto más estrecho en el inicio del profundo golfo de Corinto, en el mar Jónico. Obviamente, vimos el lugar donde se desarrolló la batalla de Lepanto de 1571 en la que la flota turca fue diezmada por la Liga Santa y Cervantes quedó manco. Hoy, tal localidad, de nombre Náfpaktos, no deja de ser una apacible y tranquila villa a orillas del mar.
Tras dejar atrás Náfpaktos, bordeamos la costa pasando por pueblecitos pintorescos al tiempo que veíamos las cercanas montañas nevadas del Peloponeso, del otro lado del golfo de Corinto. Llegando a Itea (antiguo puerto de Delfos), atravesamos el «mar de olivos», un valle cubierto exclusivamente por unos cuatro millones de olivos sin solución de continuidad. Llegados a Delfos, somos alojados en el hotel, de alta categoría, como corresponde a gente con clase y podemos disfrutar de una deliciosa cena griega al son del piano tocado por un músico al efecto que nos amenizaba el ágape.
Ahora nos surgen dudas existenciales: ¿Volveremos a pasar la pesadilla de tener que soportar a la guía de nuevo de la misma manera que hoy? Ese misterio será desvelado mañana.
Foto 1. Foto de grupo en el stadion.
Foto 2. Vista general del stadion.
Foto 3. Lugar donde se enciende la llama olímpica en la actualidad.
Foto 4. Vista general de un tholos que recibe el nombre de Philippeion.
Foto 5. Obra cumbre del Museo Arqueológico. ¿Sabéis cuál es?
Foto 6. Pobrecitas..., se quedaron «roque».
Foto 7. Pátra. Catedral neobizantina de Ayíos Andreas.
Foto 8. Interior de la catedral, con una enorme lámpara de madera.
Foto 9. Puente Río-Andirrío.
Foto 10. Vista del pequeño puerto de Náfpaktos (Lepanto).
4 comentarios:
holaaaaaa!!! que tal??' ya veo en las fotos que muy bien..que bonito es aquello,aki nos morimos de la angustia de no haber podido ir..otra vez será, asique disfrutad por los que estamos en casa sin ver aquello, jajj tened mucho cuidado y cuidad a ana mari que vaya moza que es...muchisimos besos a todos y lo dicho A DISFRUTAD!!!saludosss
Vais a acabar hechos papilla entre madrugones, recorridos maratónicos y guías pelmazos. Para notarte cansado incluso a ti, Nathan, la cosa debe andar muy mal. Yo, por mi parte, intentaré aportar mi granito de arena para vuestra recuperación; hoy, dedicado a vuestra salud, me he quedado hasta las once en la cama y me he pegado una siesta de más de dos horas, como las de Don Camilo José Cela, de pijama, orinal y Padrenuestro. Ya está bien de que nos deis envidia: ahora os la doy yo. :P
Hola Helen@s, esa estatua es de todos conocida. Es el famoso Fauno de las Nalgas, esculpida por Mirón (Voyeur para los franceses) en tiempos de Maricastañas. El original griego tenía falda escocesa (Kit), pero algún celta ultranacionalista se la birló en tiempos de los romanos.
Ánimo con los paseos bucólicos y aprovechad que ya os queda poco. Un abrazo.
Ps: el anónimo de los leones era yo.
Ja. Ja. Ja. Esa misma, Ángel. Has acertado.
Por lo demás, no os preocupéis. Estamos vivitos y coleando. Y es que, mala hierba, nunca muere...
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