sábado, 20 de abril de 2013

El cyborg, entre filias y fobias

 
El film "Sin límites" (Limitless, Neil Burger, 2011) traslada el mito de Fausto al territorio de la ontología cyborg. El resultado es un producto que tiene la curiosa propiedad de dividir al público entre partidarios y detractores de las decisiones del protagonista.

Pero vayamos por partes ¿Quién era Fausto? En la tradición popular (versionada una y mil veces en la literatura, la ópera y el cine) Fausto era alguien insatisfecho con su vida que vende su alma al diablo a cambio de veinticuatro años de creatividad intelectual y acceso a los placeres mundanos. Sobra decir que la decisión de Fausto siempre ha sido considerada pecaminosa por vender al diablo su alma inmortal.

En el film de Burger el diablo no existe, pero surge un nuevo dilema moral: el protagonista adquiere, gracias a una droga experimental, capacidades mentales muy superiores a las de los humanos convencionales ¿Se trata de una mejora de su condición humana o, por el contrario, de una renuncia a su humanidad?

Y es en este punto donde el mito de Fausto entra en el territorio cyborg. Para la cultura cyberpunk el cyborg es el resultado de la mejora del ser humano por métodos artificiales. Desde la simple utilización de gafas, piezas dentales u otras prótesis externas hasta la ampliación de las capacidades mentales mediante implantes electrónicos, pasando por la cirugía de reasignación de género o el uso de órganos artificiales, un amplio abanico de procedimientos médicos permiten modificar nuestros cuerpos a voluntad. Frente a esta posibilidad las opiniones del público (y de la sociedad en general) están encontradas:
  • Algunos espectadores consideran aberrante la conducta del protagonista (con comentarios tales como "no es natural", "no es justo", "es un insulto a la inteligencia el que dependa de una pastilla") e hipócrita la de quienes sabiendo cual es el origen de las capacidades del protagonista aceptan de buen grado su comportamiento aunque se nieguen a hacer lo mismo que él.
  • Otros, sin embargo, no ven ningún problema moral en aprovechar la posibilidad de realizar mejoras en el propio cuerpo (incluso asumiendo el riesgo de efectos secundarios no deseados) siempre y cuando dicha posibilidad estuviese al alcance de todos.
¿Es el cyborg el marginado social del futuro? Si un avance biomédico permite mejorar significativamente el cuerpo de una persona (aumentando su inteligencia, su capacidad física o su tiempo de vida, por ejemplo) ¿Inspirará eso el rechazo social de parte de la población? ¿Se dictarán leyes para "proteger" a los humanos "convencionales" de la competencia "desleal" de estos cyborgs? ¿Se verán los cyborgs obligados a ocultar su condición? ¿Qué ocurrirá con estos cyborgs ocultos cuando sus prótesis fallen inesperadamente haciendo público su caracter transhumano? ¿Como será el "salir del armario" de estos cyborgs?

Es sólo cuestión de tiempo que estas preguntas, ahora aparentemente absurdas, formen parte de una problemática social real.  

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